Una
tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su
triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.
Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le
preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los
aires.
- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.
- Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.
Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola
de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia
montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga
exclamó:
- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y
nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?
Si fácilmente
adquiriéramos todo lo que deseamos,
fácilmente llegaríamos a la desgracia.
Esopo